Las comparaciones suelen ser odiosas, pero pocas ciudades en el mundo tienen como característica el cariño y el orgullo que le profesan sus habitantes. Podría hablar del sentido de pertenencia y el amor incondicional que los “bonaerenses” y los “newyorkinos” como los ejemplos más notorios de este fenómeno, pero Medellín tiene la particularidad de ser la “patria chica” de todo aquel que pisa su suelo.
“La calle es una selva de cemento”, dice Héctor Lavoe en una de sus canciones y Medellín es prueba fehaciente de esto. Tierra de hambre y opulencia, de blancos y negros, de buenos y malos, tierra que vio nacer a grandes villanos como Pablo Escobar y a héroes nacionales como Marco Fidel Suárez; tierra de mulas y caballos de paso fino, donde en una misma calle se cruzan el indigente drogadicto y el político elitista. Esta tierra de amores y desamores, de odios y perdones, tiene el poder de alojarse en el corazón de todo el que la pisa y de marcar las vidas de todo el que la conoce a profundidad.
Es mi ciudad, mi orgullo y mi bandera, mi propia nación. Por ella doy la vida con altivez y empeño porque se que me lo retribuirá. Por eso cuando estas lejos de ella, la recuerdas con cariño y nostalgia y todo aquel que la abandona, vuelve con alegría.
Es por esto y más, que cuando alguien me pregunta ¿de donde eres?, mi respuesta siempre es la misma ..... ¡¡ DE MEDALLO CARAJO !!
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