domingo, 14 de febrero de 2010

SIEMPRE

Siempre, siempre está ahí ....
Mi rutina tampoco cambia. Al terminar mis labores, bajo caminando desde la oficina, situada en el parque de Bello, hasta la estación del Metro. Saludo a Don Efraín, que siempre está sentado junto a su chaza, con el mismo sombrero roído, a media cuadra de Agaval. Siempre compro un paquetico de mentas en la esquina de la marquetería yal llegar a la estación, me detengo en la panadería. Siempre pido lo mismo "una Coca Cola, dos arepitas de queso y una galleta de mantequilla". A veces me atiende Doña Alba y otras veces me atiende la señora amable y risueña de bigote. Consumo los alimentos con tranquilidad, sin afanes; primero, porque así descanso un poco luego de la caminada, me refresco y puedo entrar al metro totalmente relajado; segundo, porque me gusta compartir miradas con la niña de la caja.
Siempre, siempre me levanto y me acerco a ella. "Muy buenas tardes" le digo extendiendole el billete y sonriéndole como un imbecil. "Buenas" dice ella haciendo una extraña mueca de mala gana, apenas similar a una sonrisa y con cara de pocos amigos. Me enloquece esta vieja.
No se si es el corte de pelo que le queda tan bien, no se si son esos ojos negros, increiblemente negros y hermosos, que muy pocas veces se han encontrado con los mios, no se si son sus manos, de dedos perfectos y uñas cortas sin adornos, no se si es esa hermosa sonrisa que se deja ver solo por una fraccion de segundo, no se si es esa actitud mierda con la que me habla o esa voz un poco grave que me suena como a litros de aguardiente cuando me dice "con gusto" luego de darle las gracias y desearle una feliz noche.
Varias veces, muchas a decir verdad, he tratado de conversarle, de sacarle una sonrisa completa, de que me diga su nombre, pero ella sabe perfectamente como cerrar la puerta y dejarme hablando solo. Muchas veces he pensado tambien, "ehhh ... las guevas ... yo no voy a seguir botando verbo con esta india" pero sigo ahí. ¿ Porque ? Por que al salir del local, luego de rozar levemente su mano al recibir la devuelta, siempre volteo a mirarla desde la acera del frente y ella siempre, siempre está ahí ... mirándome.

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